Licenciada en Química, Universidad de la Habana, 1971
Trabaja como investigadora en el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas desde abril 1971.
Categoría Científica: Investigadora Titular (1987) e Investigador de Mérito (2019)
Categoría Docente: Profesora Invitada UNAH (2019).
DraC desde 1984
Premios y Reconocimientos obtenidos a lo largo de su trayectoria
Autora principal de cuatro 6Premios ACC (1995, 2005, 2019, 2019) y coautora de otros dos (2008, 2015).
Distinción Especial del Ministro de Educación en dos oportunidades en la esfera de la Ciencia y la Técnica (1995, 1998) y una en la esfera del posgrado (2006).
Integrante del colectivo de autores del Premio MES en las Ciencias Agrícolas (2019)
Integrante del colectivo de autores de un Premio Nacional de Innovación Tecnológica del CITMA (2016).
Integrante del colectivo de autores de un Resultado Relevante en el Forum Nacional de Ciencia y Técnica (1998)
Diploma de Reconocimiento de la Comisión de Mujeres Científicas de la ACC (2005).
Diplomas de Reconocimiento por el XXX y XL Aniversarios de la Comisión Nacional de Grados Científicos.
Distinción por la Educación Cubana
Medalla Rafael María de Mendive
4 Sellos Forjadores del Futuro
Sello 30 Aniversario de la Caída del Che
Orden Carlos J. Finlay
Orden Frank País de Segundo Grado
Medalla José Tey
Medalla de la Alfabetización
Medalla 40 Aniversario de las FAR
Medalla Hazaña Laboral
Medalla Jesús Menéndez
Recién graduada de la Universidad de la Habana en la especialidad de química, ingresó el 1º de abril de 1971 en el INCA. Se le confió el entrenamiento por la UNESCO en aislar e identificar auxinas en frutos.
Primeros 20 años en el INCA
Una vez graduada, su ubicación laboral fue en el INCA, centro en el cual ingresó el 1º de abril de 1971 y durante los dos primeros años fue designada a trabajar con un Experto de la UNESCO en la Escuela de Química de la Universidad de la Habana, para entrenarse en el aislamiento e identificación de auxinas en los frutos. Culminado este período se incorporó definitivamente al Área Central del INCA, donde inicialmente recibió un entrenamiento en técnicas de análisis de suelos y foliar y posteriormente, en técnicas bromatológicas de frutos. Es fundadora de la especialidad de Fisiología Vegetal del INCA, iniciando a finales de 1973 sus investigaciones en Maduración de frutos de piña. En 1974, pasó a trabajar en el cultivo de los cítricos, realizando las primeras investigaciones en el tema relacionado con los efectos del Ethrel en la desverdización de los frutos de tangor Ortanique. Posteriormente, inicia su trabajo en el Crecimiento y desarrollo de los frutos cítricos, tema que lideró durante el período 1976-1985 en el INCA y a nivel nacional y con el que defendió su tesis de Doctorado en noviembre de 1984. Como resultado de este trabajo se logró la actualización de las Normas de Calidad de los frutos cítricos en nuestro país. Durante el período 1986-1990 las investigaciones estuvieron dirigidas a determinar los cambios bioquímicos que ocurrían durante la maduración de los frutos, así como también se estudiaron los cambios anatómicos, fisiológicos y bioquímicos asociados al desorden fisiológico denominado Daño del extremo estilar de los frutos de lima Persa.
En 1976 fue designada como Jefa de la División de Cítricos y Piña, actividad que desarrolló durante dos años. En el período 1980-1983 se desempeñó como Jefa del Departamento de Fisiología Vegetal. También, ocupó cargos en el Comité de Base y el Comité de la UJC, así como en el Comité del PCC del INCA.
Principales actividades desarrolladas y principales resultados obtenidos en la investigación a partir de 1990.
En 1990 se definió por la institución no continuar trabajando en el cultivo de los cítricos, por lo que a partir de 1992, comenzó a trabajar en la Actividad biológica y aplicaciones prácticas de los análogos de brasinoesteroides, sintetizados en Cuba, temática en la cual ha trabajado activamente, liderando las investigaciones que permitieron establecer las dosis y momentos de aplicación de estos nuevos productos en varios cultivos de importancia económica y además, lideró la extensión y generalización del producto conocido como Biobras-16 a lo largo de todo el país durante el período 1995-2000, lo que trajo consigo que el mismo fuera reconocido como bioestimulante para las hortalizas en 1998 y se incluyera en las Normas Técnicas de la Agricultura Urbana en 1999. Producto de este trabajo, se comenzó con la validación en diversos países de América Latina, convirtiéndose este producto, años más tarde, en uno de los productos que más ingresos en MLC le proporcionara a la Educación Superior.
Esta actividad le posibilitó liderar varios Proyectos Nacionales e Internacionales, publicar más de 80 artículos científicos, cuatro libros y un capítulo en un libro internacional, impartir Conferencias y Cursos en varias Universidades e Instituciones científicas nacionales y extranjeras; así como asesorar 7 tesis de Maestría en Biología Vegetal y 3 tesis de Doctorado, una en Ciencias Biológicas y 2 en Ciencias Agrícolas.
En los últimos años, además de trabajar con los brasinoesteroides y sus análogos como inductores de tolerancia ante el estrés salino en el cultivo del arroz, también ha trabajado con algunos bioestimulantes a base de oligosacarinas, así como en la interacción entre algunos bioestimulantes y biofertilizantes. Esta última actividad permitió que fuera una de las autoras principales de los dos Premios ACC y el Premio MES obtenidos en el año 2019.
Actualmente, además de trabajar con los productos anteriores, dirige las investigaciones relacionadas con la obtención de extractos de algas que puedan ser utilizados como bioestimulantes agrícolas, realizando las primeras aplicaciones prácticas en el cultivo del frijol en la campaña 2019-2020.
Perspectivas
Actualmente, la dirección del gobierno ha declarado que la Producción de Alimentos es una tarea estratégica del país, pues hay que lograr la soberanía alimentaria y nutricional, sustituir las importaciones de insumos para la agricultura y de alimentos, teniendo en cuenta, la crisis económica a nivel global que ha generado la pandemia y esto se agudiza aún más en nuestro país debido al cruel bloqueo económico que padecemos hace más de seis décadas.
En este contexto, cobra una relevancia especial la ciencia agrícola y es una magnífica oportunidad la que tenemos los científicos de esta rama de trabajar junto a los agricultores y decisores en lograr tan anhelado objetivo en cada localidad.
En particular, los científicos que nos dedicamos a trabajar en los efectos que los bioestimulantes de producción nacional provocan en las plantas, tenemos una gran oportunidad de aunar esfuerzos para lograr la sustitución de importaciones sin afectar los rendimientos agrícolas y sin contaminar el medio ambiente.
Ahora bien, en mi criterio este objetivo se alcanzará si logramos pensar como país y se trabaja conjuntamente con los agricultores en el establecimiento de tecnologías de producción de los cultivos donde se logre el uso combinado y adecuado de bioestimulantes y biofertilizantes de producción nacional, independientemente de la procedencia de los mismos.
Las ciencias agrícolas tienen un gran reto por delante, sobre todo en nuestro país, ya que tenemos la imperiosa necesidad de incrementar la producción de alimentos para alcanzar la soberanía alimentaria y nutricional, utilizando insumos nacionales. Por otra parte, el cambio climático global trae consigo un incremento de las temperaturas, etapas de sequía prolongada o de intensas lluvias, un incremento de la salinidad de los suelos, todo lo cual demanda no sólo de la utilización de materiales genéticos adaptados a estas nuevas condiciones, sino además, de tecnologías de producción apropiadas. Para dar respuesta a esta demanda, es necesario que se fortalezcan en las instituciones científicas agrícolas del país, especialidades básicas como Genética y Mejoramiento Vegetal, Fisiología y la Bioquímica Vegetal, Suelos y Nutrición Mineral, las que por diversas razones se han ido debilitando en los últimos años.
En estos últimos meses que hemos estado enfrentando la pandemia, el país ha demostrado la importancia de la ciencia en este enfrentamiento y el valor de la integración de académicos, científicos y profesionales de la salud alrededor de un objetivo común, disminuir las afectaciones de la pandemia en nuestro país. Esta integración es un ejemplo de lo que se puede lograr a pesar de las carencias materiales que poseemos cuando se unen los recursos humanos formados a lo largo de todos estos años. Yo considero que esto es un ejemplo a seguir y así lo ha planteado el Presidente Díaz-Canel en todas las tareas que el país debe acometer en lo adelante. Por tanto, es hora de que los científicos de la rama agrícola unan esfuerzos junto a los agricultores para lograr el auto abastecimiento territorial, que es vital para alcanzar la soberanía alimentaria.
Particularmente, en el tema de los bioproductos, diferentes instituciones han obtenido diversos bioproductos que se han utilizado satisfactoriamente en la agricultura; sin embargo, a mi juicio, de lo que se trata ahora es de buscar tecnologías de producción sostenibles en los cultivos, a nivel territorial, donde se haga un uso adecuado y combinado de los diferentes bioproductos con los que cuenta el país, de forma tal que se logre la sustitución de importaciones sin afectar los rendimientos.